domingo, 5 de octubre de 2008

Acción y Reacción...

Los seres humanos tenemos una parte física indudable, innegable e insustituible. Sin embargo, también contamos con una parte espiritual. Ambas partes, física y espíritual responden a las mismas leyes universales.
Fue Sir Isaac Newton quien en un momento de lucidez, vio y pudo establecer las leyes de la física, la tercera de estas leyes, conocida como Ley de Acción y Reacción, dice: "A toda acción corresponde una reacción de igual o mayor intensidad, en sentido lineal y contrario a la fuerza que lo desató."
En la vida nos pasamos accionando sin ser concientes de ello y quejándonos de las reacciones que nuestras acciones producen, pero que por la ignorancia de esta ley fundamental, catalogamos como castigo divino, destino manifiesto, voluntad de Dios...
Los dioses que la mayoría de las religiones han creado, nos permiten descansar en ellos y hacerlos responsables de lo que pasa en nuestra vida.
De esta forma, todo lo que nos sucede es "porque Dios asi lo quiso".
Einstein hablaba de la ironía de esta forma de pensar, imaginandose a un Dios que con el expediente en mano de cada uno de nosotros, se ponía a jugar a los dados y tomando decisiones en base a los resultados de la partida, nos asignaba un destino a cada uno.
Otros quizá quieran pensar en Dios como en el Santa Claus imaginario, que con una base de datos de todos nosotros, nos asigna premios o castigos de acuerdo a nuestro comportamiento.
Me niego a pensar en Dios en esos términos.
Primero porque no creo en un Dios externo a mí. Hacerlo sería negar mi propia naturaleza divina.
En segundo lugar porque no creo en un Dios juez, vengativo o consecuente, que se limita a juzgar nuestro comportamiento según nuestras propias leyes inventadas como herramienta de poder y control sobre los demás.
Creo en un Dios mas cercano al inconsciente colectivo que descubrió Jung en sus andanzas sobre el planeta.
Creo en un Dios producto de esa resonancia morfica que propusiera Rupert Sheldrake en sus experimentos.
Creo en un Dios que se encuentra en el campo infinito de todas las posibilidades que es ese vacío entre un electrón y otro, donde no existe nada, pero existe el universo entero.
Creo en un Dios dentro de mi (y en este caso me acerco mas al budismo) al cual puedo acudir cada que callo.
Creo en un Dios como el Padre al que se refería Cristo, que está esperando a que le llame y deseoso de darme todo lo que necesito. "Pedid y se les dará".
Y por último, coincido con Einstein, "No creo en un Dios que juegue a los dados con el destino del universo".
Por esa razón, hoy me declaro totalmente responsable de todo lo que acontece en mi vida, para bien o para mal.
Es díficl tomar esta responsabilidad. Sobretodo para alguien como yo que tiene la mala costumbre y pésima mania de culpar a los demás de todo. Si, de todo.
Sin embargo, haciendome responsable de todo lo que acontece en mi vida. El dolor que me causan las pérdidas, las noticias desagradables, las malas relaciones, los insultos, las negativas, todo lo doloroso, tiene un significado y un aprendizaje. Si yo soy responsable de lo malo que me pasa, entonces puedo aprender y hacer algo para que no me vuelva a pasar.
En ocasiones, nos toca ser vehículo de aprendizaje para otras personas. Podemos jugar el rol de villano, de profesor o de héroe. En ese caso, tambien somos responsables de nuestras acciones sobre la vida de las demás personas.
Todo lo que hacemos tiene una consecuencia. A toda acción corresponde una reacción.
Los hinduistas hablan de esta posibilidad incluso en el plano espiritual. Le llaman la Ley del Karma. Las reacciones a nuestras acciones, nos persiguen hasta en otras vidas después de muertes sucesivas, hasta que nos alcanzan.
Y resulta que el mundo gira gracias a esta ley.
Hacemos sufrir y nos hacen sufrir, damos felicidad y recibimos felicidad, damos amor y nos dan amor, la rueda gira interminablemente y la vida tiene sentido.
¿Podremos alguna vez gozar de paz y calma infinitas, donde las consecuencias de nuestros actos no nos alcancen?
Hay ciertas teorías al respecto. El Reino de los Cielos, el Nirvana, el Paraíso, Ananda... son muchos los nombres que se le han puesto a este estado de perfección.
Según algunos lo podemos alcanzar en vida, mediante la meditación y ciertas prácticas espirituales. Para quienes la idea del esfuerzo les parece desagradable, prefieren pensar que dicho estado se alcanza sólo despues de la muerte.
En mi caso, prefiero pensar en la primera posibilidad y aunque como mortal con miles de defectos, errores y dificultades, aun me encuentro en el portal del entendimiento de como podría acercarme a este estado de perfección. Quiero creer que será posible que lo alcance en esta vida.
Por lo pronto, doy gracias a mi Dios interior por el sufrimiento y el dolor experimentado en estos días. Sé que son una reacción a mis acciones pasadas. Estoy en ese camino de aprendizaje.
Como es necesario, también doy gracias por la felicidad infinita que tambien he experimentado. Es importante reconocer que nuestras acciones tambien nos dan felicidad de vez en vez.
Resumo lo expuesto, acudiendo a la congruencia Aristotélica que nos explica que debemos pensar, decir y hacer en forma congruente y consistente. Pensar A, decir A y hacer A. Lo complementaré con la teoría de la reacción.
Si pensamos A, decimos A y hacemos A... recibimos A.
Es importante iniciar desde el pensamiento, no desde la acción.
Nuestra vida es producto de esta cadena de sucesos.
Pensamiento, palabra y acción.
Hoy declaro que soy responsable de mi vida y todo lo que llega a ella.
Por Dios que Asi Es.