domingo, 2 de mayo de 2010

A lo que te resistes, persiste.

Hay un momento en la vida de toda persona en que entramos en un estado de inconformidad. Algo, alguien, puede ser cualquier cosa, entra en nuestra rutina diaria y nos hace despertar del letargo en el que estábamos.
Las personas somos animales de hábitos, de costumbres y de tradiciones. A lo largo de nuestra vida, buscamos la comodidad y nos esforzarnos por crear los espacios, los rituales y las rutinas que nos permitan estabilizar nuestra vida e intentamos escondernos de los cambios.
Creemos, falsamente, que si hacemos siempre lo mismo, la vida transcurrirá mas o menos igual por todo el tiempo.
Pero entonces, llega lo inesperado.
La muerte de un familiar o amigo, una nueva relación amorosa, los accidentes, los desastres, el término de un ciclo, el divorcio inevitable, el crecimiento de los hijos, etc.
Lo cierto, es que la vida está en un constante cambio y una constante evolución.
Nada es para siempre y nada permanece igual por siempre.
Estos agentes de cambio que se aparecen en nuestra vida, si bien, no tienen un propósito definido, contribuyen a que no nos estanquemos y nuestra vida, nuestra alma, nuestro espíritu y nuestra conciencia se sigan desarrollando y expandiendo.
Es inútil tratar de detener el cambio. Es imposible.
Cuando las personas nos aferramos, intentando que las cosas sigan de la misma manera a la que estamos habituados, solo complicamos las cosas. Los problemas se hacen mas grandes, el dolor se convierte en sufrimiento, las heridas sangran mas de lo que deberían y en general, el cambio seguirá su curso llevándose por delante lo que se le ponga enfrente.
Una vez que el cambio se ha puesto en marcha, nada vuelve a ser lo mismo. Bendito Dios que asi sea.
Luchar contra el flujo de la vida, nos mantiene en un estado de estancamiento mental que solo genera dolor y sufrimiento a quien se opone a el.
Si observamos el universo, el viento sopla de un lado a otro, el agua llueve, se mueve por los rios, se evapora en los lagos y mares y vuelve a caer, siempre está cambiando. Los animales nacen, crecen y mueren. Las flores dan semillas, frutos. Todo está cambiando.
Los seres humanos no tenemos ninguna razón para creer o querer que nuestra vida sea la misma todo el tiempo. Ni siquiera en la muerte podriamos encontrar esta inmovilidad.
A lo que te resistes, persiste.
A lo que te aferras, lo alejas.
Aún sabiendo esto, hay personas que se aferran a sus bienes materiales, casas, coches. Se aferran a relaciones o a personas que no les aman o que no aman. Se aferran a costumbres, vicios, pensamientos e ideas que no les benefician en nada. Se aferran a un estilo de vida, aun cuando éste ya no les funcione. Se aferran a trabajos, a salarios, a ocupaciones.
El agente de cambio es un detonador, una vez que aparece cambia el curso de la historia por siempre.
La teoría del caos, nos explica, que en el aparente caos que podemos observar en que se encuentra el universo y cada una de sus partes, hay un orden subyacente que sólo se puede observar si nos alejamos lo suficiente. Y ese orden a su vez, se vuelve caótico una vez que introducimos un agente de cambio, cualquiera que éste sea. En el ejemplo mas común, se dice que un aleteo de mariposa, puede crear un huracán del otro lado del mundo.
En nuestras vidas, tratamos de mantener un orden a través de hábitos, costumbres, rituales, tradiciones. Este aparente orden se enfrenta día a día a agentes de cambio, algunos mas visibles y severos, algunos tan débiles que ni siquiera los notamos. Lo importante es que estos aleteos de mariposas o patadas de dinosaurio, una vez que aparecen transforman nuestra vida, "creando huracanes". Entonces, pareciera que nuestra vida se ha vuelto un caos a consecuencia de ello.
Pero ese caos, trae un orden subyacente que no podemos observar porque estamos metidos dentro de él.
La terapia profesional o la simple plática con amigos, nos permite "observar" mediante ojos y conciencia prestada el orden dentro de nuestro caos personal.
Lo cierto, es que una vez iniciado el cambio, lo mas sensato es aceptarlo, abrazarlo y adaptarnos a el, recibiendo con amor y con gusto lo que trae de nuevo a nuestra vida. Luchar contra el cambio es una batalla perdida desde antes de haber comenzado a librarla.
Hay personas desgraciadas e infelices que quisieran que todos a su alrededor fueran infelices, para demostrar que su infelicidad es normal y por lo tanto aceptable.
La mayoría de estas personas se oponen a los cambios, a la evolución y al desarrollo, sin saber, que en el pecado llevarán la penitencia, pues la vida, invariable e inevitablemente, seguirá su curso.
Asi es.