miércoles, 29 de octubre de 2014

¿Pagaremos o no pagaremos?

“Pero Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me están poniendo a prueba? Traiganme un denario para verlo. Se lo trajeron, y Él les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Y ellos le dijeron: Del César. Entonces Jesús les dijo: Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaban de El.”   Marcos 12:15-17
Para los estudiantes de metafísica y de la espiritualidad en general, es común que el rechazo por lo material sea una tentación latente.  Como si hubiera una pelea entre lo espiritual y lo material, tratamos de mantener la separación entre ambos lo bastante clara y amplia para que no haya dudas o tentaciones.

Es una confusión común, caer en la creencia errónea de que lo material está disociado de lo material, inclusive se llega a pensar que son enemigos irreconciliables. Cómo el refrán de los dos amos, creemos que si servimos a uno, quedaremos mal con el otro, por lo tanto, procuramos la lealtad a uno de ellos, aunque al final eso no nos lleva al éxito ni a la felicidad.

Siendo esta confusión común para la humanidad entera, no es de extrañarse que se la externaran al Maestro Jesús y tal como lo relata el pasaje en voz de Marcos, la respuesta fue maravillosa: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.”
El Maestro deja claro que hay dos amos y debemos servirlos por igual. No es idea de Jesús que nos peleemos con lo material o que lo ignoremos. Todo lo contrario. Nos recomienda con autoridad que demos lo material a lo material y lo espiritual a lo espiritual. ¿Acaso esto es contradictorio? En absoluto. Jesús entendía perfecto las leyes naturales tanto físicas como de la mente y su mensaje siempre fue en el mismo sentido: Las leyes hay que cumplirlas. Jesús era un rebelde mas no un delincuente o bandido que rompiera las leyes. Era rebelde con ciertas creencias de la época, mas no contra las leyes universales.

En el pasaje en que es tentado por el miedo (demonio) y éste le alienta a lanzarse al vacío y le pida a los ángeles que lo salven de la caída; Jesús sabe que no puede desafiar a la ley de la gravedad. Ni la ley espiritual mas potente podría desafiar a la ley de la gravedad, simplemente porque sus dominios (reinos) son distintos.

Cada reino, el reino físico y el reino espiritual (el reino de los cielos) tiene sus propias leyes y el no cumplirlas tiene sus consecuencias. Si bien el reino espiritual gobierna sobre el reino físico o material, hay una lógica y un orden. El reino espiritual es causa y el reino físico efecto, las causas tienen sus leyes y los efectos tienen sus leyes. Las leyes proporcionan un orden y este orden proporciona armonía al universo. Este orden y esta armonía son los que hacen posible que las leyes funcionen, ya que ninguna ley podría cumplirse dentro del caos.
Al César lo que es del César.

No podemos pretender estar delgados en el reino físico del cuerpo alimentándonos sólo con grasas y carbohidratos. Hay leyes químicas que gobiernan las reacciones bioquímicas de nuestro cuerpo. Lo mismo sucede con cualquier aspecto de nuestra salud. No podemos estar sanos o curarnos de la diabetes consumiendo azúcar en exceso o mantener nuestra presión sanguínea saludable alimentándonos con sal en exceso.  Pretender que el exceso de alcohol, tabaco o cualquier droga no hará daño en nuestro cuerpo sólo con el poder de la fe, no sólo es una mentira sino una gran necedad.

Si atravesamos por una crisis financiera, no podremos manifestar prosperidad endeudándonos inconscientemente.  No disfrutaremos de la abundancia de dinero si no movemos un dedo para trabajar y producirlo o ganarlo; y que conste que no se trata de matarse trabajando, sino simplemente de activar la ley de la circulación: para recibir hay que dar, ésta ley es tanto económica como espiritual y trabaja igual en ambos reinos.

Isaac Newton nos dio a conocer otra ley física que tiene su equivalente en una ley espiritual: A toda acción hay una reacción; Causa y efecto.  En el reino físico toda acción produce una reacción. El combustible y el calor arden, el frio extremo congela, las objetos caen irremediablemente,  lo que tiene vida muere, lo que no se usa se atrofia, el agua que no fluye se estanca, etc.

Si no pagamos nuestros impuestos, nos multarán. Si robamos, matamos o llevamos a cabo cualquier delito seremos castigados. Si nos lanzamos al vacío, caeremos irremediablemente con sus inevitables consecuencias. Quebrantar la ley del hombre tiene como resultado el castigo del hombre.

Dar al César lo que es del César, nos invita a cumplir con las leyes físicas para mantener el orden y la armonía en el reino físico.
Cualquier intento deliberado de quebrantar o ir en contra de las leyes físicas es infructuoso porque va en contra del propósito del universo.
¿Qué intención positiva puede tener el desafiar la gravedad sólo por demostrar que mi fe es poderosa? ¿Qué intención positiva podría tener desafiar el proceso natural de la vida al intentar levantar a los muertos y resucitarlos? ¿Qué intención positiva tendría la habilidad de aparecer dinero tan sólo con chasquear los dedos? ¿Qué intención positiva tendría el controlar la voluntad de las personas y hacer que se enamoren o sigan nuestras ordenes?
La soberbia detrás de la intención anula cualquier beneficio que pudiera resultar.
La fe no es un instrumento humano que nos ayude a quebrantar las leyes físicas. Eso sería magia o brujería si realmente algo parecido existiera.
La fe es el conocimiento del reino de los cielos y sus leyes, con la certeza de su funcionamiento sobre el mundo material; siempre y cuando Fe y leyes físicas actúen en armonía.

A Dios lo que es de Dios.

Las leyes espirituales no sólo mantienen el orden y la armonía en el reino de los cielos, sino que activan las leyes físicas y hacen que el reino de lo físico funcione en consecuencia. Por ello, cuando activamos una ley espiritual debemos actuar en correspondencia en el mundo material, la ley espiritual no puede actuar en oposición a la ley física y viceversa. Intentarlo es una obstinación inútil y vana.

“A Dios orando y con el mazo dando”, con esta expresión dejamos claro que la ley espiritual y sus acciones deben estar acompañadas en congruencia de las leyes físicas. No puedo orar por salud, descuidando mi alimentación, exponiéndome a las bacterias y virus, no ejercitando mi cuerpo y lastimando o hiriendo mi integridad física. Suena insensato y lo es.

Dar a Dios lo que es de Dios es mantener la visión elevada y la conciencia alineada, realizar la oración de forma afirmativa, practicar la presencia divina el mayor tiempo posible y recordar permanentemente nuestra Unidad con el poder que nos creó. Cuando realizamos con diligencia estas acciones todo lo demás –en el reino físico- se nos da por añadidura. Las finanzas prosperan, las relaciones se armonizan o se liberan, el cuerpo sana; y todo esto se manifiesta no de forma milagrosa, sino en consecuencia. Cuando damos a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César, armonizamos los reinos, los sintonizamos y se integran en una sola realidad. La realidad perfecta de acuerdo a la voluntad divina.

Toda enfermedad, pobreza, relación dolorosa o conflictiva, no es sino el resultado de una crisis causada por no pagar por igual “al César o a Dios”.

Cuando cumplimos con las leyes de Dios, entonces mandamos la orden al mundo físico para que reaccione en consecuencia. La manifestación deseada sólo será posible si el mundo físico está en orden, en paz y en armonía; por lo tanto, alineado al reino espiritual.  En esta congruencia, al que tiene se le dará más y al que tiene poco, aún eso poco que tiene se le quitará.

Si mi intención es sanarme de cualquier enfermedad: alineo mis pensamientos y mis emociones enfocándome en la salud perfecta, en el perdón, en el amor y en la Unidad con Dios a través de todas las practicas espirituales disponibles. Al mismo tiempo, desintoxico mi cuerpo, me alimento sanamente, lo ejercito, lo mantengo en buen estado, le doy medicamento si es necesario, le doy todos los tratamientos, intervenciones y cuidados físicos necesarios. Entonces, la sanación es el único resultado posible. Hemos dado al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.