domingo, 28 de junio de 2009

Como te extraño mi amor porque será...

Esta semana pasada estuve en San Luis Potosí. La mayoría de la gente a la que le cuento que he andado viajando, me dicen: ¡Que padre! ¡Quién como tu!... yo sonrío, pero no puedo evitar pensar tambien en el moderado fastidio que me comienza a provocar estar tanto tiempo fuera y dormir en distintos lechos (a pesar de lo romántico y aventurero que pueda sonar dormir en lecho distinto... solo, no es tan grato).

Y es que los seres humanos somos animales de costumbres y rutinas. Por alguna extraña razón, nos gusta repetir las mismas actividades, estar con la misma gente, frecuentar los mismos lugares y hasta cometer los mismos errores.

Yo que me considero un alma aventurera, estar tres semanas fuera con una semana de intervalo entre cada una, me hace dudar de mi autoimagen de rebelde callejero.

Vaya, que hasta andar comiendo afuera me ha comenzado a hacer daño y ahora traigo una congestión estomacal marca "arde cuando me siento".

Eso de extrañar es algo muy raro. Eso de acordarte de alguien y tener ganas de verle, de querer oler aquel aroma, de probar aquel sabor, de sentir aquella piel, ja, es algo que no me explico.

Habiendo tantos estimulos, tantas personas, tantos lugares y como dijera la canción, tanto tiempo, tantos mundos, tanto espacio... querer coincidir con alguien en particular y estar en un lado en particular... mmm... no corresponde a la lógica a simple vista.

Si me detengo un poco mas y pongo atención en mis pensamientos, me doy cuenta que es el entorno el que nos da identidad. Y la gente necesita ser reconocida, la gente necesita ser alguien.

Cuando estamos en otra ciudad o inclusive en otro país, donde no tenemos conocidos, ni familiares, ni perro que nos ladre, nos comenzamos a sentir perdidos. Ese sentimiento de extravío se debe a que en aquel lugar, nadie sabe quienes somos, ni le interesa. A menos que entres a un comercio, porque ahi si, te ponen toda la atención, les interesa tu dinero. Quiza por eso, gastamos tanto al estar de viaje.

El caso es que en un lugar fuera del entorno, desapareces, no existes. Y entonces, uno comienza a extrañar a las personas para quien si somos algo, los lugares donde somos algo...

Y resulta que de pronto, extrañamos hasta a quien nos trata mal. Porque al menos para esa persona existimos.

Así de irónica es la vida y de paradójico nuestro comportamiento.

Cuando regresamos a nuestro lugar de origen y la gente nos saluda, nos llama por nuestro nombre o sonrie porque nos vuelve a ver, sentimos alivio. Hemos recuperado nuestra identidad.

Para aquellas personas que tienen el ego super elevado o se creen mucho, convendría que de vez en cuando se fueran de viaje solos... por una semana o dos o tres... y en la soledad de la ignominia, en la soledad de no ser nadie para nadie, volvieran a valorar a las personas que le rodean.

De alguna forma, después de cada viaje, me siento mas enamorado, mas amigo, mas compañero...

A veces me pregunto si me extrañan con la misma intensidad con que yo lo hago. La respuesta quizá nunca la sepa. Tal vez sea mejor asi.

Asi es.

domingo, 21 de junio de 2009

Gracias por mi cumpleaños!

De un tiempo para acá, me pregunto porque cuando alguien cumple años, se le debe felicitar. Es acaso, ¿Porqué es un triunfo seguir con vida?, si es asi, asumiriamos que la vida es un calvario o que el festejado es un suicida en potencia. ¿Será que felicitamos a la persona en cuestión por aguantar?, ¿Por no echarse para atrás? ¿Por estar con nosotros?... mmm... entre mas lo pienso mas confuso se me hace. Se me haría mas claro, por ejemplo, felicitar a los papás del cumpleañero, después de todo ellos son los responsables directos de que esté aqui esa persona. Por ejemplo, cuando alguien escribe un libro, no felicitamos al libro, felicitamos al autor. En todo caso, podemos festejar la vida, pero sin felicitar, como si de un logro se tratase que uno siguiera vivo (aunque a veces si pueda ser asi). En fin. Sea cual sea la razón, hoy soy yo el cumpleañero y me he puesto a pensar que debo hacer yo en este caso. Ya me han felicitado algunos de mis seres queridos, ¿Y luego? ¿Me limito a decir gracias y ya?, tambien está el tema de los regalos, ¿Me regalan cosas porque sigo vivo?, entre mas lo pienso mas importante me siento, pero hay algo que no encaja aun.

Muchas personas cuando es su cumpleaños, se limitan a esperar para ver quien se acuerda de ellos y los felicita, después, si alguien no se acuerda, se sienten defraudados o lastimados o decepcionados o enojados, como si fuera una obligación el que nos felicitaran cuando cumplimos años. La verdad es que las personas traemos un montón de cosas en la cabeza para estarnos acordando de los cumpleaños de todos nuestros conocidos, familiares o amigos. Entonces, el que alguien no se acuerde de ti en tu cumpleaños no necesariamente quiere decir que no te quiera.

Este, ha sido uno de los mejores cumpleaños de mi vida. El viernes, me comenzaron a festejar unas mujercitas maravillosas en mi vida, el sabado me lo festejaron mis compañeros y hermanos de Ciencia de la Mente y hoy, me lo festejo mi familia. No he ido a bailar, no ha habido fiesta, ni mariachis, ni muchos regalos. Pero ha habido mucho amor y me tome una botella de un lambrusco italiano riquisimo.

Desde temprano, me levanté pensando, ¿Qué pasaría si las cosas fueran al revés, si no tuvieran que felicitarme sino, al contrario, yo tuviera que dar las gracias por que están en mi vida, justo ahora que soy feliz y que estoy vivo?

Creo que eso es mucho mas justo y mucho mas genuino. Desde luego que me agrada que la gente se alegre de que esté vivo y me muestren su amor. Pero la deuda es mia.

Después de todo, si estoy vivo es gracias a su apoyo, a su compañia, a su amor, a su amistad, a las lecciones que me brindan a diario, a sus criticas, a sus juicios, a sus comentarios, a sus consejos y al simple hecho de coincidir en este momento llamado vida.

Efrain Rios no existe sin ustedes. Ustedes me crean, me forman, me dan vida.

Gracias, de verdad, por existir.

Gracias por leer mi diario, mis poemas. Gracias por escuchar mi programa. Gracias por confiar en mis palabras. Gracias por reir conmigo. Gracias por llorar conmigo. Gracias por escuchar mi canto. Gracias por señalar lo que hago mal, ya sea de frente o a mis espaldas. Gracias por su solidaridad y su compañerismo. Gracias por sus enseñanzas. Gracias por equilibrarme. Gracias por crear el entorno, el ambiente y la realidad por la cual soy quien soy.

Hoy he cumplido 35 años. Lo hago feliz, lleno de amor, de esperanza y de fe.

Lo hago en plenitud de mis facultades emocionales, mentales y físicas.

Quizá sea el mejor momento de mi vida. Y si es asi, es solo porque ustedes quienes me rodean, lo hacen posible.

Que Dios los bendiga y les multiplique por mil, todo, todo, todo lo que me han dado.
Asi es.

domingo, 14 de junio de 2009

Información que impacta,que destaca,que sobresale!

Esta semana pasada tuve algunas experiencias singulares.

Justo cuando pensé que los aviones eran una cuestión ordinaria en mi vida, tuve el viaje mas turbulento en mi existencia. Pasar toda una noche durmiendo en el aire es una experiencia que se tiene que vivir y contar, máxime cuando viajas a un lugar tan original como el fin del mundo, pero sentir esos bajones y sacudidas estando suspendido literalmente en "la nada" y nada mas para llegar arribita apenas de Guadalajara, no es algo que quisiera volver a repetir. Voltear a ver como se persigna 10 veces el compañero de junto, como la señora de enfrente cierra los ojos como para evadirse de la realidad y observar como al tocar piso, todos mandan mensajes o le hablan por telefono a sus seres queridos es sin duda una señal de que fue un viaje "feo". Se aprecia la vida y se vuelve a apreciar todo aquello que por un momento veias como cotidiano o inclusive superado.

Ok. Punto y aparte.

En el Estado de Nayarit existe un pueblo mágico que se hace llamar San Blas. Reconocido mundialmente por la canción del Grupo de Rock Mexicano Maná, en donde se cuenta la historia de "la loca" que espera al amor de su vida en el muelle, San Blas no tiene el glamour que uno esperaría encontrar en un lugar que inspiró una leyenda musical como la que comento.

De gente agradable, mujeres bellas, platicadoras y risueñas, San Blas a primera vista, da la impresión de ser un pueblo fantasma. Con muy poca gente en las calles, muy pocos comercios abiertos y en general poca actividad, San Blas es uno de esos lugares donde uno sueña con volver. Tiene su muelle, su bahía, sus islas, su fuerte, su historia, sus leyendas y hasta su canción. En San Blas, Amado Nervo se inspiraba para escribir su poesía, Juan Escutia jugaba a "las trais" y a las "escondidas", antes de que lo enviaran a defender lo indefendible y muriera como "niño héroe". En un lado de la frontera, Lola Beltrán iniciaría sus sueños musicales y en sus aguas y en su fuerte, se resguardaría a la nación de las invasiones extranjeras.

En el fuerte de San Blas, se encuentra su historiador Don Nicolás, un viejito culto y simpático. Vestido con camiseta de futbolista, pantalón de mezclilla y chancletas de hule con calcetines puestos, espera paciente a los turistas que visitan el fuerte. Nadie se imagina que ese hombre sentado en esa silla de plástico y vestido de esa forma, pueda ser el cronista del fuerte, menos se pueden imaginar que ha escrito sus propios documentos históricos (mismos que vende a los turistas), y mucho menos, si, mucho menos, uno espera el espectáculo que brinda al narrar la historia de San Blas.

Con una elocuencia singular, acompañada de ademanes ostentosos y frases finamente elaboradas, don Nicolás se encarga de darnos información: "que impacta, que destaca, que sobresale" y nos transporta en la historia a los tiempos en que los futuros aztecas saldrían precisamente de esas tierras para buscar la Tenochtitlán presagiada.

Para quienes estabamos ahí presentes, Don Nicolás vino a recordarnos la importancia de hablar, hablar bien, dramatizar lo que decimos y hacer que lo que decimos sea "impactante, destacado, sobresaliente".

¿Cuántas veces al día, cuantas horas, cuantos dias, nos pasamos hablando de cosas sin sentido, y cuando por fin logramos decir algo importante, los demás ni se dan cuenta?

¿Porqué hemos olvidado que cuando digamos algo, que sea algo bueno y que si vamos a decir algo realmente bueno, asegurarnos que los demás nos escuchen?

Para muchas personas, hablar y platicar las cosas como lo hace Don Nicolás de San Blás, puede ser justificado solo si de esa forma te ganas la vida. Para muchos otros, la mayoría me temo, hablar y dramatizar de la forma en que lo hace Don Nicolás, seguramente será un acto de circo, como si de actores o payasos se tratará.

Para quienes estuvimos ahí presentes, sabemos que Don Nicolás VIVE lo que dice y al vivirlo, nos transporta, y al transportarnos nos seduce y al seducirnos, nos convence. Cuánto bien haría que algunos vendedores, al menos, creyerán en lo que dicen. Don Nicolás no sólo lo cree, lo vive.

Estoy convencido que a partir de ahora, cuando tenga que decir algo, lo diré con mayor convicción y lo viviré. Si todo mi poder reside en mi palabra y puedo darle a mis palabras la vida que Don Nicolás le daba a las suyas, sé que podré ser un hombre poderoso.

Y no es que el poder me atraiga por si mismo, pero si de todas maneras tengo que hablar y decir las cosas, al menos lo haré con entusiasmo y dandole importancia a lo que digo.

El regreso fue mas turbulento que la ida.

Pensar por un momento que puedes "desbarrancarte" en un avión y morir y no concluir tus planes y no hacer todo lo que tienes ganas, te pone en una situación de humildad y a la vez de energía para volver a empezar o continuar con mayor coraje lo que ya estabas haciendo.

El avión con sus subidas y bajadas, me recordó que estoy vivo y que el tiempo corre en mi contra.

Don Nicolás me enseñó que si voy a hacer algo, la diferencia entre hacerlo bien y hacerlo mediocremente es sólo una cuestión de actitud.

Asi es.

domingo, 7 de junio de 2009

La expulsion del paraíso.

Aqui estoy. El domingo pasado me levanté tarde y estaba tan entretenido arreglando unas compus que se me olvidó escribir mi diario. Hay ocasiones en que eso sucede y una cosa sustituye a otra. Es como si la mente solo pudiera ocuparse a fondo de una sola cosa. En otras ocasiones, pareciera que la mente está dispuesta a ocuparse de todo lo que venga a ella y entonces, andamos como dispersos, sin poder concentrarnos en nada.

Las últimas semanas, me concentré en leer y leer y leer. Esta búsqueda incesante del conocimiento y de la verdad, se ha vuelto como una especie de adicción. Lo mas curioso es que entre mas descubro cosas nuevas, mas se contraponen entre ellas, se contradicen y a la vez coinciden... es como si todo y nada fuera lo mismo.

He estado pensando seriamente si nuestro infierno personal no es el poder razonar todo y con este razonamiento intentar moldear el universo y controlar todos sus efectos.

Durante toda mi vida he tenido gatos (menos ahora curiosamente), y algo que siempre me fascino fue verlos tumbados al sol, algunos se hacen un ovillo, otros se estiran como queriendo expanderse, pero en ese rayo de sol, la vida se detiene y a la vez se expande para ellos.

Cuando veo a un gato tumbado al sol - aunque lo mismo da si se trata de un perro, de un pajaro en la rama de un árbol o de un bebé durmiendo - me pregunto si no será que ellos están disfrutando de la eterna felicidad y nosotros somos presa del eterno sufrimiento.

¿Cuál es el sentido de la vida?

Me imagino lo ilógico que sería decirle a un gato: "¡Levántate de ahí gato huevón, ponte a hacer algo, trabaja!" El gato entonces voltearía hacia mi, me miraría con desdén y se volvería a echar. Entonces, insistiría: "¿Acaso no quieres hacer algo con tu vida?, ¡Lucha por tus sueños!, ¡Triunfa!" Quizá un poco harto de mis discursos o simplemente haciendo caso a su instinto, por fin, el gato se levantaría corriendo y se iría a otro lado donde tomar el sol sin que lo molesten.

Y cuando tiene hambre, el gato busca la comida. Bien si le dan de comer, bien si tiene que salir a cazar algo.

Y cuando el gato siente la necesidad de reproducirse, olfatea, escucha y busca a la gata que está en celo. Si es el animal correcto para ella, la cortejará y luchará y al final tendrá sexo. Después de eso, se irá. Sin enamorarse, sin sufrir, sin decepcionarse, sin extrañar.

Y cuando por fin, se canse de hacer lo que tiene que hacer, regresará y se echará de nuevo bajo el calido rayo del sol. Jugará con un cordel cuando tenga ganas de hacerlo, se acercará para que lo acaricie cuando tenga necesidad de sentirse amado y se alejará cuando esté harto de tanto amor.

Asi de simple es la vida de un gato. En general de cualquier animal.

¿Porqué los humanos somos tan complicados?

¿En qué momento dejamos de echarnos al sol, simplemente para disfrutarlo y nos pusimos a luchar contra la vida?

Si nos ponemos a reflexionar, es eso. Pareciera que estamos luchando con la vida. Trabajamos para ser alguien, para tener que comer, para poder sobresalir, para tener exito. A diario, nos atormentamos por la falta de amor, por el exceso de amor, por el aburrimiento o la desesperación que sentimos por nuestra pareja o por la soledad de no tener una. Nos esforzamos por conquistar a quien nos gusta y nos esforzamos por evadir a quien no nos gusta. Es una batalla sin fin.

Estudiamos la mitad de nuestra vida -o quiza un poco mas- para entender medianamente como es que funciona el mundo. Trabajamos la otra mitad para poder disfrutar del mundo. Nos esforzamos, nos estresamos, sufrimos, enfermamos, gozamos por momentos y volvemos a empezar. Acumulamos bienes materiales, recuerdos buenos y malos, nos esclavizamos a algo y a alguien, y cuando por fin nos liberamos, volvemos a esclavizarnos. Así hasta el día de nuestra muerte.

En las religiones orientales se nos pide y se nos enseña a volver a entrar en contacto con nuestro ser interior, cada vez mas en occidente, las personas comenzamos a recuperar el contacto con nosotros mismos. Ya sea a través del ejercicio, a través de la meditación o de cualquier otro método que nos permita conectar con nuestro ser interior, olvidar el mundo, sus tribulaciones y exigencias y concentrarnos en disfrutar del momento presente. Solo eso.

Como los gatos.

Anhelo el día en que pueda recuperar esa parte de mi animalidad, tan básica y tan importante, que me permita tan solo echarme a tomar el sol sin pensar en nada, sin desear nada, sin querer nada, sin esperar nada, sin luchar por nada, sin preocuparme por nada.

Ese debe ser el anhelado nirvana. Con la mente en blanco, con el corazón puro, disfrutar del momento presente sin nada mas que mi propia presencia.

Si, los gatos son maestros. Todos los animales lo son.

Hace miles de años, fuimos expulsados del paraiso. Quizá sea un buen momento para regresar a el.
Asi es.