domingo, 7 de junio de 2009

La expulsion del paraíso.

Aqui estoy. El domingo pasado me levanté tarde y estaba tan entretenido arreglando unas compus que se me olvidó escribir mi diario. Hay ocasiones en que eso sucede y una cosa sustituye a otra. Es como si la mente solo pudiera ocuparse a fondo de una sola cosa. En otras ocasiones, pareciera que la mente está dispuesta a ocuparse de todo lo que venga a ella y entonces, andamos como dispersos, sin poder concentrarnos en nada.

Las últimas semanas, me concentré en leer y leer y leer. Esta búsqueda incesante del conocimiento y de la verdad, se ha vuelto como una especie de adicción. Lo mas curioso es que entre mas descubro cosas nuevas, mas se contraponen entre ellas, se contradicen y a la vez coinciden... es como si todo y nada fuera lo mismo.

He estado pensando seriamente si nuestro infierno personal no es el poder razonar todo y con este razonamiento intentar moldear el universo y controlar todos sus efectos.

Durante toda mi vida he tenido gatos (menos ahora curiosamente), y algo que siempre me fascino fue verlos tumbados al sol, algunos se hacen un ovillo, otros se estiran como queriendo expanderse, pero en ese rayo de sol, la vida se detiene y a la vez se expande para ellos.

Cuando veo a un gato tumbado al sol - aunque lo mismo da si se trata de un perro, de un pajaro en la rama de un árbol o de un bebé durmiendo - me pregunto si no será que ellos están disfrutando de la eterna felicidad y nosotros somos presa del eterno sufrimiento.

¿Cuál es el sentido de la vida?

Me imagino lo ilógico que sería decirle a un gato: "¡Levántate de ahí gato huevón, ponte a hacer algo, trabaja!" El gato entonces voltearía hacia mi, me miraría con desdén y se volvería a echar. Entonces, insistiría: "¿Acaso no quieres hacer algo con tu vida?, ¡Lucha por tus sueños!, ¡Triunfa!" Quizá un poco harto de mis discursos o simplemente haciendo caso a su instinto, por fin, el gato se levantaría corriendo y se iría a otro lado donde tomar el sol sin que lo molesten.

Y cuando tiene hambre, el gato busca la comida. Bien si le dan de comer, bien si tiene que salir a cazar algo.

Y cuando el gato siente la necesidad de reproducirse, olfatea, escucha y busca a la gata que está en celo. Si es el animal correcto para ella, la cortejará y luchará y al final tendrá sexo. Después de eso, se irá. Sin enamorarse, sin sufrir, sin decepcionarse, sin extrañar.

Y cuando por fin, se canse de hacer lo que tiene que hacer, regresará y se echará de nuevo bajo el calido rayo del sol. Jugará con un cordel cuando tenga ganas de hacerlo, se acercará para que lo acaricie cuando tenga necesidad de sentirse amado y se alejará cuando esté harto de tanto amor.

Asi de simple es la vida de un gato. En general de cualquier animal.

¿Porqué los humanos somos tan complicados?

¿En qué momento dejamos de echarnos al sol, simplemente para disfrutarlo y nos pusimos a luchar contra la vida?

Si nos ponemos a reflexionar, es eso. Pareciera que estamos luchando con la vida. Trabajamos para ser alguien, para tener que comer, para poder sobresalir, para tener exito. A diario, nos atormentamos por la falta de amor, por el exceso de amor, por el aburrimiento o la desesperación que sentimos por nuestra pareja o por la soledad de no tener una. Nos esforzamos por conquistar a quien nos gusta y nos esforzamos por evadir a quien no nos gusta. Es una batalla sin fin.

Estudiamos la mitad de nuestra vida -o quiza un poco mas- para entender medianamente como es que funciona el mundo. Trabajamos la otra mitad para poder disfrutar del mundo. Nos esforzamos, nos estresamos, sufrimos, enfermamos, gozamos por momentos y volvemos a empezar. Acumulamos bienes materiales, recuerdos buenos y malos, nos esclavizamos a algo y a alguien, y cuando por fin nos liberamos, volvemos a esclavizarnos. Así hasta el día de nuestra muerte.

En las religiones orientales se nos pide y se nos enseña a volver a entrar en contacto con nuestro ser interior, cada vez mas en occidente, las personas comenzamos a recuperar el contacto con nosotros mismos. Ya sea a través del ejercicio, a través de la meditación o de cualquier otro método que nos permita conectar con nuestro ser interior, olvidar el mundo, sus tribulaciones y exigencias y concentrarnos en disfrutar del momento presente. Solo eso.

Como los gatos.

Anhelo el día en que pueda recuperar esa parte de mi animalidad, tan básica y tan importante, que me permita tan solo echarme a tomar el sol sin pensar en nada, sin desear nada, sin querer nada, sin esperar nada, sin luchar por nada, sin preocuparme por nada.

Ese debe ser el anhelado nirvana. Con la mente en blanco, con el corazón puro, disfrutar del momento presente sin nada mas que mi propia presencia.

Si, los gatos son maestros. Todos los animales lo son.

Hace miles de años, fuimos expulsados del paraiso. Quizá sea un buen momento para regresar a el.
Asi es.

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