domingo, 18 de octubre de 2009

La lealtad en Estocolmo.

Hace 36 años en Suecia, un incidente en un banco, llamó la atención de la sociedad mundial y en especial de los psicólogos y psiquiatras: Después de haber sido liberada de un secuestro, una ex-rehén le daba un beso de despedida a su captor.

¿Cómo era posible que eso sucediera?

Se desarrolló entonces la teoría de un síndrome tan antiguo como la historia de la humanidad: El síndrome de Estocolmo.

La característica principal de este síndrome es que la víctima llega a sentir afecto y complicidad por y con su victimario. Los estudios psicológicos no se han limitado al campo de las víctimas de secuestro, sino a cualquier caso de abuso o relación de poder donde hay dos componentes básicos: Un opresor y un oprimido.

Es así, que tenemos múltiples ejemplos en la vida cotidiana y dentro de la sabiduría popular que confirman este síndrome.

El caso del hijo(a) que a pesar de ser abusado y maltratado por sus padres o al menos uno de ellos, le defiende y le ama, porque, después de todo, son sus padres.

La mujer que a pesar del maltrato en su relación, defiende y justifica a su "pareja".

El empleado que defiende, idolatra o ama a su jefe tirano (remember a Smithers y el Sr. Burns).

El país que reelige al mandatario o al partido político que los mantiene...muertos de hambre.

La organización sindical que defiende a su déspota líder síndical.

Pareciera que si no forma parte de su naturaleza, al menos, lo mismo hemos contagiado a nuestras mascotas. A pesar del maltrato y encierro en que los mantenemos, nuestros perros, gatos, pajaros... nos dan amor y lealtad, en un injusto intercambio de esclavitud por cariño.

Ups! Momento, momento.

¿Escribí la palabra "Lealtad"? (Esto no suena bien)

Corro al Wikipedia y encuentro:

"La lealtad es una obligación de fidelidad que un sujeto o ciudadano le debe a su estado o monarca."

¿Puede una victima desarrollar Lealtad con su victimario?

Es posible. La mayoría de los mexicanos defendemos a México, a pesar de que nos quejamos de las condiciones del país y de su gobierno.

Estoy casi seguro de que si un mandatario cualquiera, ofendiera a Felipe Calderón, muchos, muchos Mexicanos tomariamos la ofensa como algo personal.

Y es que, nadie se atreve a pegarle a mi vieja, para pegarle nomás yo. Finalmente, si alguien me ha de hacer sufrir, quiero que sea alguien conocido.

Al parecer, hemos tomado el valor de la lealtad como pretexto para justificar que sufrimos del sindrome de Estocolmo. Ser leal está bien, estar enfermo, está mal.

Al parecer la explicación humana a tan singular y raro comportamiento, es muy simple. Defendemos a nuestro opresores por la sencilla razón de que para poder soportar el maltrato nos convencemos de que está bien.

Es decir, justificamos el maltrato o la opresión.

Es borracho porque le faltó amor de niño. No es que sea una piruja, es que es inmadura. Aunque tuvieramos dinero, no podriamos gastarlo. Si yo acepté, ahora me friego. No quiso pegarme, pierde el control de vez en cuando, pero la mayor parte del tiempo es una buena persona. No es que me ignore, le gusto tanto que se da su importancia. Después de todo, es el mejor que me ha tratado. Etcetera, etc., etc.

¿Te suena alguna de estas frases? Estoy seguro de que tendrás algunas muy tuyas.

Es de verdad sumamente difícil abrir los ojos a una realidad que de tan clara y burda, parece un chiste mal contado.

"En muchos casos las víctimas eligen seguir siendo leales a su abusador, y eligen no dejarle, incluso cuando se les ofrece una colocación segura en hogares adoptivos o casas de seguridad."

Por mucho que te lama la mano tu perro, disfrutará como nunca antes que lo sueltes a correr en el campo abierto. Sin embargo, son pocos los perros domesticados que viendo la puerta abierta resisten la tentación a escaparse... y no regresar.

Valga la pena, escuchar o leer los testimonios de las personas que han sido liberadas o se han liberado por si mismas.

Mujeres divorciadas, personas que han cambiado de trabajo, hijos que por fin tienen su casa fuera del hogar materno. Después de un tiempo, será muy raro quien diga que desea volver a vivir en el estado de opresión en que se encontraba. La mayoría recomendarán la emancipación. Todos aceptarán que les dio miedo dar el primer paso a su libertad.

Asi es.

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