lunes, 5 de octubre de 2009

Los viajes nocturnos.

Este domingo me encuentro en uno de esos viajes nocturnos que en ocasiones es necesario hacer. Recuerdo haber hecho uno de estos viajes nocturnos a la edad de 15 o 16 años con destino a Tampico, como a los 12 o 13 años con destino a Torreón (y en tren) y el mas reciente, hace apenas un año, con destino a Chile en el hemisferio sur.
Algo tienen de romántico estos viajes, quizá por el hecho de tener que mantenerse despierto a ultranza y vivir la noche. Quizá sea porque, casi siempre en la noche todo se vuelve mas grande y magnífico, y el hecho de viajar con la luz de la luna como compañera, la vuelve cómplice de nuestros mas escondidos e íntimos pensamientos.
Ahora me encuentro en Querétaro y voy con destino a Aguascalientes. Mientras venía de camino a ésta que constituye la primera parada de mi recorrido, me puse a pensar en el tema de éste domingo. Y quisiera escribir acerca de una de las mayores lecciones que he recibido y que me encanta reproducir cada vez que puedo en el salón de clases y en mis pláticas cotidianas: La propiedad de los asuntos.
Hace una semana, dialogaba con una alumna acerca de sus múltiples preocupaciones acerca del futuro de sus hijos. Ella, como madre de familia, se sentía responsable de asegurar el futuro de sus hijos. Vaya reto. Yo mismo como padre, cuando me enfrento a este asunto, no le encuentro solución. Después de haber lidiado con las decisión de un hijo por reprobar tres materias, uno sabe que su poder es limitado. Vamos, que aunque uno pague la colegiatura a tiempo, compre todas las enciclopedias disponibles, le de su bendición todas las noches, ponga castigos y recompensas, cuando un hijo decide que quiere reprobar, poco podemos hacer para impedirlo.
Y cuando nos enfrentamos a esto, nos damos cuenta que no podemos interferir en las decisiones de otra persona. Omitiendo por supuesto, la esclavitud, la amenaza por la fuerza y otras formas violentas de trasgresión a la voluntad, no hay mayor ilusión que creer que es posible hacer que las personas hagan algo. Las personas siempre hacen lo que se les da la gana. Y los hijos no son la excepción. Tan solo baste recordar que en el 70% de los casos, los padres se oponen al matrimonio de sus hijos y los hijos terminan casándose (aunque después lo lamente el 70% de ellos).
La vida de los hijos, no es asunto nuestro, es asunto de ellos.
Con esto no quiero decir que debemos dejar “al garete” a nuestros hijos, pero debemos comprender que el que sean felices no es nuestro asunto. Por mas que yo pague clases de piano para mi hijo, el no será pianista si NO LO QUIERE.
Cuando comprendemos que la vida de otras personas y las decisiones que tomen son SUS asuntos y no los nuestros, una pesada carga es eliminada de nuestras existencias. Por alguna extraña razón, las personas nos queremos hacer responsables de la vida y decisiones de otras personas, pareja, padres, hijos, alumnos, jefe, empleados, no importa la denominación, creemos que podemos opinar, dirigir y controlar sus decisiones y sus vidas. Al ser esto una completa equivocación, cuando los demás resulta que hacen lo que se les da la gana, nos frustramos, nos enfadamos, nos descontrolamos.
La primera lección consiste en comprender cuales son mis asuntos y cuales son los asuntos de los demás.
Mi salud es MI asunto, que me ame otra persona es SU asunto, pagar la escuela de mi hijo es MI asunto, estudiar es SU asunto. Querer que mi hijo tenga éxito en la vida y sea un hombre de bien, son MIS deseos, que los lleve a la realidad es asunto de ÉL.
Amar a mi pareja es MI asunto, que el o ella lo valore, lo aprecie o me corresponda es SU asunto.
Sólo podemos controlar y decidir sobre nuestra propia vida.
Somos responsables de elegir y decidir a quien amar, como ser felices, como disfrutar de la vida, como mantener nuestra salud y como nos desarrollaremos personalmente. Cómo hagan eso nuestros seres queridos, amigos o quien sea, es asunto de ellos y solo de ellos.
La segunda lección consiste en ser conciente de cuales son los asuntos que no son míos ni de los demás, sino de Dios.
Hay asuntos que no nos corresponde juzgar ni mucho menos controlar. Querer hacerlo es una carrera al fracaso inmediato.
El mejor ejemplo de los asuntos de Dios, son los fenómenos naturales. Ciclones, inundaciones, temblores, todo tipo de fenómeno natural es un asunto que ni controlamos ni decidimos sobre él. Pero existen asuntos de Dios que son mas sutiles y por lo mismo, mas sorprendentes. La persona correcta en el momento justo, la lección de vida que necesitábamos y que no encontrábamos. La solución a un problema, la respuesta a una pregunta, la muerte misma, el nacimiento de un niño, su concepción.
Cuando me encuentro frente a un asunto de Dios, lo mejor que puedo hacer es reverenciarlo. No sirve de nada pelear o discutir con él. Frente al todopoderoso ninguno de mis argumentos es válido, así que sólo me queda honrarlo.
Las personas que se empeñan en pelear con la vida, son perdedores anticipados.
Cuando eliminamos de nuestra lista de pendientes los asuntos de los demás y los asuntos de Dios, nos damos cuenta que ser feliz no es tan difícil y que en realidad no hay mucho de que preocuparnos. En la medida en que nos dedicamos a vivir nuestra vida y solucionar nuestros asuntos, también les quitamos un peso de encima a los demás. La vida es mas armoniosa, mas tranquila, mas pacifica y mas divertida.
Ejercicio para esta semana, piensa en un asunto, problema, cuestión que te mantenga preocupado. Escribe en tres listas, tus asuntos, los asuntos de los demás y los asuntos de Dios en ese tema específico. Dedícate únicamente a atender o resolver tus asuntos. Serás conciente de cuantas cosas que no está en tus manos resolver están preocupándote sin necesidad.
Los viajes nocturnos, nos enseñan muchas cosas.
El viaje que emprendí hoy, por lo regular me lleva 4 horas en mi coche. Al viajar en autobús me ha tomado 9 horas, con esperas en terminales… 12 horas. Es decir, lo triple. Pero he llegado seguro.
Sin duda, es muy cómodo tener el control TOTAL, pero hay ocasiones, como hoy para mi, que es necesario, dejarte llevar… aunque sea mas tardado, inconveniente, pesado, cansado y nos enoje, porque no le vemos sentido.
Los viajes nocturnos, nos recuerdan que con paciencia, siempre veremos el amanecer.
Así es.

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