domingo, 2 de octubre de 2011

¿Qué es lo que quieres?

¿Qué quieres? ¿Cuántas veces nos han preguntado ésto? ¿Cuántas veces lo hemos preguntado a otras personas? ¿Cuántas veces nos lo hemos preguntado a nosotros mismos? Quizá sea la pregunta mas común y la más difícil de contestar a la vez. A lo largo de nuestra vida, tenemos deseos, necesidades, sueños y metas. Muy pocas veces reparamos en la diferencia que hay entre ellos y en menos ocasiones los clasificamos para nuestra propia utilidad. Todos tenemos necesidades. Desde que somos concebidos y mas tarde, nacemos a la vida, tenemos necesidades. Nuestra experiencia mortal nos exige cumplir con ciertas obligaciones: respirar, comer, hidratarnos, descansar, amar y ser amados, comunicarnos, etc... Hay necesidades que son además un derecho, como el amor o el alimento. Nuestras necesidades básicas derivan en necesidades sociales, como lo son: la belleza, el poder, la educación, el transporte, etc. Y tenemos una tercera necesidad, la necesidad de trascender, de servir, de hacer con nuestra vida algo importante, de tener comunicación con nuestro ser superior. Cuando encontramos muchas formas de satisfacer una misma necesidad, entonces comenzamos a desear. Deseamos cuando tenemos varias alternativas para satisfacer nuestras necesidades. Todos tenemos la necesidad de comunicarnos, pero deseamos hacerlo de formas distintas. Hay quien prefiere comunicarse a través del internet, de cartas, de mensajes de texto, hablando por teléfono, etc. Y para ello ocupamos aparatos, tecnología, equipos que nos asisten en la tarea. Aqui es dónde comienza la complicación, pues confundimos el instrumento con el deseo y el deseo con la necesidad. Cuándo yo digo que deseo un auto, ¿Qué es lo que en realidad quiero? No quiero el armatoste mecánico y metálico, tenerlo de por sí no satisface ninguna necesidad específica. Es cuando lo uso, cuando en realidad me sirve. El automovil me sirve para transportarme y transportarme me sirve para estar en comunicación con los demás y necesito estar en comunicación con los demás para poder trabajar, para poder servir, para poder expresarme, etc. Aunque igual podría trasladarme en moto, bicicleta o transporte colectivo. Así que el automovil además de transportarme me da comodidad, seguridad, rapidez. Decir que deseo un auto no es del todo correcto. Lo que deseo es trasladarme de un lado a otro, con comodidad, seguridad y rapidez. A esto le llamo "La Miopía de la Querencia". Es común que en los países mas desarrollados quienes podrían tener un auto prefieran transportarse en taxi, tren o motocicleta. Esto es natural ya que en esos países el transporte público es seguro y cómodo, además la educación vial garantiza la seguridad de los motociclistas. La miopía de la querencia se podría definir como la confusión del objeto o sujeto con la utilidad o necesidad real. Querer una pareja en realidad es querer compañía, sexo, comprensión, comunicación, tolerancia, simpatía, compatibilidad, etc. Quienes han logrado emparejarse con una persona "bella físicamente" pero que no le satisface intelectual, sentimental o hasta sexualmente, saben a lo que me refiero. Es como tener un ferrari estacionado en la cochera porque no tiene motor o asientos o se encuentra sin gasolina. Cuando queremos hacer realidad nuestros deseos, debemos tomar en cuenta "La Miopía de la Querencia". Nos pasamos mas de la mitad de nuestra vida trabajando y luchando por hacer realidad nuestros deseos, sólo para darnos cuenta que el puro hecho de hacerlos realidad, a veces nos sirve de muy poco. Centramos nuestra atención en el objeto o sujeto y no en lo que en realidad necesitamos y queremos. "La miopía de la querencia" es uno de los resultados de nuestra cultura orientada al consumo. La mercadotecnia y la publicidad nos han enseñado a desear y querer el objeto por encima de su utilidad. Aún mas importante, deseamos el objeto o el sujeto por encima de las emociones y sentimientos que la satisfacción de tenerlos nos puede dar. Por esta razón, vivimos una etapa de caducidad en todos los sentidos. Los matrimonios tienen fecha de caducidad, porque nos enfocamos en escoger al sujeto adecuado, como si de leche o yogurth se tratara. Cuando el sujeto ya no nos sirve, satisface o no resulta lo que esperábamos, lo desechamos. Compramos celulares, computadoras, autos, ropa y zapatos desechables. Ya no invertimos en nuestros bienes, simplemente compramos para usar y desechar. Un celular después de un año, sirve perfectamente para el propósito básico para el fin que fue diseñado y producido: comunicar, sin embargo, la miopía de la querencia, nos hace creer que "necesitamos" un celular nuevo. La frecuencia con que nuestros "deseos" se renuevan, hace mas comprensible porqué es tan difícil de usar la "ley de la atracción" en nuestros días. Deseamos por capricho, no por necesidad. Y por el mismo capricho cambiamos de deseo, tan frecuentemente que ni siquiera nos damos tiempo de apasionarnos, de entusiasmarnos, de manifestar nuestros deseos. Imaginemos que un campesino siembra granos de maíz, pero a la siguiente semana de haberlos plantado, cambia de idea y remueve la tierra y ahora decide que desea frijoles. Pero a la siguiente semana, decide que ahora desea papayas. Es muy probable que no solamente tenga un problema para sacarle provecho a sus tierras, sino que se quede sin nada. En la mayoría de las ocasiones la pobreza es un problema de decisión y codicia. Cuando hablamos de nuestros sueños, hablamos de deseos y necesidades pero en un nivel superior a lo físico y lo material. Decir que nuestro sueño es tener un auto, una casa o un marido (esposa) es insultante para los sueños. Esos son deseos vagos. Confundir a nuestros sueños con simples deseos, nos ha ido volviendo una sociedad mediocre. Con bajas aspiraciones. Cuando un joven dice que su mayor sueño es tener una casa, un auto y una familia, no puedo mas que entristecerme. No sólo son aspiraciones bajas y egoístas, sino deseos también muy fáciles de cumplir. Nuestros sueños deben cumplir varios propósitos. 1.- Un sueño nos debe apasionar. Y no hablo solamente de que nos emocione o creamos que sentiremos alegría al hacerlo realidad. Un sueño nos apasiona tanto que el sólo hecho de trabajar en llevarlo a la realidad ya nos hace sentirnos felices, entusiasmados y con energía. 2.- El sueño debe reflejar quien soy, debe formar parte de mí y definirme en todos los sentidos. Si para alguien su mayor sueño es casarse, ¿Qué dice esto de esa persona? Si el mayor sueño de alguien es tener un coche, a menos que se trate de un piloto profesional de carreras, el sueño de tener un auto define pobremente a una persona. Si el sueño de alguien es dedicarse a algo ilícito o que dañe a sus semejantes... el sueño define al soñador. Dime cual es tu sueño y te diré quien eres. 3.- El sueño debe llevarnos a una comunión sagrada. Nuestros anhelos mas grandes o superiores provienen de Dios. Dios nos inspira a servir a la humanidad y a ser mejores personas a través de nuestros anhelos mas elevados. 4.- Tu sueño te hace desarrollarte y ser mejor. A través del cumplimiento de nuestros sueños, nos hacemos mejores personas, aprendemos, maduramos y nos desarrollamos. Tú no construyes tu sueño, tu sueño te construye a ti. 5.- El sueño debe servir a los demás y mejorar tu entorno. Los mas grandes sueños de la humanidad nunca han servido a un sólo amo. Los sueños al ser sagrados tienen un carácter universal. Por último, las metas nos sirven para medir nuestro avance en pos de algo superior. Una meta no es el fin del camino, la meta nos sirve para señalar el camino. Tener metas es normal y es necesario. Tener metas como finalidad única es una confusión. Una meta se cumple sólo para llevarnos a la siguiente meta. Y podemos poner metas para manifestar nuestros deseos y para construir nuestros sueños. El día de hoy, yo disfruto de la construcción de mis sueños, disfruto de el servicio a mis semejantes y a mi comunidad. Manifiesto mis deseos y sé que gracias a la providencia divina mis necesidades son satisfechas de forma correcta, perfecta y abundantemente. Cumplo mis metas con agrado y disfruto del aprendizaje diario. Asi es.

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