domingo, 25 de septiembre de 2011

No te quejes, haz algo al respecto.

Hay mucha gente quejándose. Pareciera que a muchas personas les divierte o les da placer quejarse.
La queja es la forma de comunicación mas primitiva que conoce nuestra raza humana. Cuando nacemos nuestro lenguaje es muy limitado, reimos, lloramos y si nos duele algo nos quejamos. Y la mamá siempre acude al llamado de queja de su bebé.
Por eso nos gusta quejarnos. Recordamos que cuando nos quejamos, "mamá nos hace caso".

El problema es cuando no dejamos de hacerlo y nos quejamos por todo.

Quejarnos reafirma nuestra creencia en lo que está mal. La queja es el alimento de los sucesos negativos por los que atravesamos en la vida. Cuando nos quejamos sólo hacemos que las cosas empeoren.

Mucha gente me dice: Y si no me quejo ¿Cómo hago saber que algo está mal?

Hay alternativas para evitar la queja: La recomendación, la sugerencia, la crítica, la advertencia, la represión, las llamadas de atención, el diálogo, etc...
Hay tantas alternativas como posibilidades de comunicación existen. Sin embargo, quizá la mejor alternativa a la queja, es la acción.
Tomar acción significa que antes de sentirme mal, antes de enojarme, antes de quejarme, hago algo al respecto.
Quejarse es muy fácil, hacer algo al respecto no tanto.
Quejarse es muy cómodo, hacer algo al respecto significa compromiso.

En el festejo del grito de independencia que acaba de pasar, se hizo una invitación a toda la población para que no acudiera a "festejar el grito" y se quedaran en casa como una medida de protesta pacífica, de compromiso. Algunas personas se quedaron en casa, la gran mayoría se fue a bailar, a emborracharse, etc. Todas las personas se quejan de la situación del país, pero pocos están dispuestos a hacer algo.

Ese es sólo un ejemplo reciente.

Sin embargo, no sólo se aplica a la costumbre de quejarse. Hacer algo al respecto se aplica de igual forma cuando oramos y cuando pedimos.
La fe de igual manera requiere de acción.

Comprender que los errores y el dolor son parte de la vida, nos ayuda a no quejarnos tanto y tan continuamente. Curiosamente cuando uno deja de quejarse se equivoca menos y los eventos dolorosos se hacen menos continuos.
Los errores son parte del aprendizaje, el dolor es necesario para reconocer el placer. La queja sale sobrando.

En algún punto de la historia contemporánea, nuestra sociedad se ha vuelto hedonista al extremo, de tal forma que la equivocación, el error y el dolor han sido satanizados. Como si se tratarán de algo malo.
La equivocación y el error forman parte indispensable y necesaria del aprendizaje humano, quien no ha cometido errores, no es capaz de reconocer cuando ha aprendido.
El dolor es la señal inequívoca de la vida. Si fuera posible que alguien no sintiera dolor jamás en su vida, no se podría dar cuenta de la felicidad, no sabría lo que es la felicidad. En un universo de opuestos, la noche complementa al día, el blanco al negro, la ausencia a la presencia, el dolor al placer, el error al acierto.
Si tomamos en cuenta que todo tiene solución y que el 80% de las veces la solución está en nuestras manos, quejarse casi pierde el sentido.

Cuando estés enfermo, no te quejes, ve al doctor, toma tus medicamentos y piensa en salud.
Cuando te duele algo, no te quejes, sóbate, apapachate, abraza tu dolor, dale amor y piensa en estados de placer y felicidad.
Cuando te equivoques, no te quejes, aprende del error e intentalo de nuevo.
Cuando alguien se equivoque, no te quejes, sé empático, comprende que todos cometemos errores, busca la solución y colabora con la misma.

Y si ya no encuentras la solución o crees que no tiene solución, entonces siempre puedes orar y confíar en el poder universal, para Él no hay imposibles. No te quejes. Las cosas pasan por algo y todo pasa por tu bien, aunque por el momento no lo puedas aceptar o ver así.

Tengo 37 años y he cometido muchos errores, mi vida ha estado llena de dolor en múltiples sentidos. Si la expectativa de vida es de 80 años en promedio, entonces he dedicado la mitad de mi vida a aprender como no hacer mal muchas cosas y a hacer bien muchas otras. Soy afortunado, me queda la mitad de la vida para hacer las cosas que he hecho mal de la forma correcta.

Yo bendigo mis errores y el dolor que he sentido en el pasado. Gracias a ellos, he aprendido, mejorado y ahora sé lo que es la felicidad y el placer.

Bendito sea el proceso de la vida. Es perfecto. Sin quejas.

Así es.

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