domingo, 23 de agosto de 2009

La marrana de la tía Chepa.

En la película "La ley del monte", Vicente Fernández se encuentra en un dilema shakespeariano, está enamorado de la hija del asesino de su padre; tiene que decidir entre su venganza personal o el amor de su vida. Cuando sale a enfrentar su destino con el corazón en una mano y la pistola en el otro, el actor que protagoniza a su hermano, le dice al sacerdote del pueblo: Es igualito que la tia Chepa: "quería tragar chicharrón pero no quería matar a la marrana".

Una sabia solución para la tía Chepa hubiera sido volverse vegetariana y comer chicharrones de gluten, mientras disfrutaba de su marrana como mascota japonesa haciéndole piojito y jugando con ella a atrapar el disco.

Pero en cuestión de dilemas, las sabias soluciones no existen. Es por esa razón que Shakespeare terminaba sus obras en tragedias que rayaban en el desastre.

Afortunadamente, en nuestros dilemas diarios, es raro que tengamos que asesinar a alguien obligadamente o que tengamos que tomar decisiones de vida o muerte.

"Matar a la marrana" implica un doble sacrificio: Por un lado el del animal cuya única culpa es tener una grasa suculenta para la mayoría de los paladares y por el otro, el del dueño, que encariñado con el animal, no desea producirle la muerte y mucho menos, saborearse el pellejo tostado y frito de su mascota.

Así podemos ver que se encuentran dos sacrificios como solución: Uno de tipo moral-emocional y el otro, de tipo físico.

Si nos enfocamos en el sacrificio, probablemente ya hasta el hambre se nos haya quitado, pero ese no es el verdadero dilema. La razón primordial por la que se presenta el conflicto es: ¡Que queremos tragar chicharrón!

La búsqueda del placer es uno de los principales motivadores del ser humano, para muchos, es el mas fuerte. Y sin darle muchas vueltas al asunto, la búsqueda del placer es genuina, verdadera y no tiene nada de malo.

Mas allá de conceptos filosóficos, moralistas, religiosos y hasta éticos, hemos aprendido que en este mundo de apariencias e hipocresía, el placer cuesta.

He ahi el dilema.

Si quieres tener placer debes sacrificar algo, nos dice la sabiduría popular.

Es por ello, que cuando obtenemos placer sin culpa, sin temor y sin sacrificio, hasta pensamos que algo debe estar funcionando mal.

Olvidémonos un poco del sacrificio. Vayamos a la explicación simple de la filosofía extraída de la ley del monte, que se puede reducir en la siguiente máxima: Si quieres conseguir algo, debes hacer algo en consecuencia.

Y es que, por mucho que queramos que siempre las cosas se nos den fácil, rápido y de manera instantánea, muy pocas veces es así. ¡Vaya! Hasta para comernos una maruchan debemos calentar el agua y echarsela al vasito.

Así somos de paradójicos y complejos los seres humanos.

Aún cuando podamos comer del chicharrón que no implica que hagamos ningún sacrificio, por ejemplo comprándolo en el mercado, siempre sufriremos por no poder comer del chicharrón de nuestra propia marrana.

Podría tratarse de nuestro gusto por lo prohibido, de nuestra afición por los problemas para hacer entretenida nuestra vida, del aburrimiento intrínseco que conlleva el irnos por el camino fácil... pero la mayoría tenemos mucho de la actitud de la tía Chepa.

Lo cierto, es que una vez dando el primer paso, nada se compara con el placer producido por alcanzar lo que queriamos y teniamos tantas ganas.

Hay ocasiones, en que aun con el dolor que pensemos que nos pueda producir, tendremos que matar a la marrana.

Asi es.

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