domingo, 27 de diciembre de 2009

Días de prueba.

Hay días de prueba.
Son días en que podemos medir nuestras fuerzas y capacidades. Días en que parece que todo se derrumba, que el mal triunfa sobre el bien y que nada tiene sentido.
Thomas Moore, les llama "las noches oscuras del alma".
Estos días, son lapsos de tiempo en que podemos caer en la tentación de creer que Dios se ha olvidado de nosotros. Y no le encontramos sentido a su plan divino.
Las personas pasamos por estos momentos de forma constante y permanente a lo largo de nuestra vida. Afortunadamente, para algunos, estos momentos son la excepción y no la regla. Para quienes estos momentos se vuelven catastróficamente periódicos, corren el peligro de la locura o la depresión perpetua.
Estos desafíos, nos guste o no, le van dando sabor a nuestra vida. Es como cuando nos da mucha hambre por tiempo prolongado y por fin comemos, o como cuando tenemos urgencia de ir al baño y cuando por fin lo hacemos, sentimos un infinito placer.
Las ganas de que todo en la vida fuera placer y bienestar son muy grandes.
Aun no entiendo el porque del sufrimiento. Si fuese posible y pudiera elegir, desterraría para siempre el sufrimiento y malestar de mi vida.
Sin embargo, hay muchas cosas que nos atan y nos impiden ser felices a perpetuidad.
La mayoría son trabas mentales que nos ponemos a nosotros mismos.
Otras tantas, son cuestiones externas a nosotros mismos, que no podemos controlar y que no dependen de nosotros.
Es en estos momentos, donde podemos practicar la Presencia de Dios.
Practicar la presencia de Dios, va mucho mas allá de pedirle cosas o soluciones.
Se trata de perderse en su presencia.
Como un bebé que se pierde entre los brazos de su madre y se duerme y descansa.
Asi podemos nosotros dejarnos, fundirnos con la protección de nuestro creador.
Practicar la presencia de Dios no es nada externo a nosotros.
Es precisamente regresar a nuestro interior, no en nuestra mente, no en nuestro cuerpo, sino en el centro de nuestro ser. Mas allá de los pensamientos o sensaciones.
Para muchas personas la sola comprensión de ir mas allá de la experiencia material, resulta imposible de imaginar.
En ese lugar privado de nuestro ser, donde nos conectamos con nuestro ser superior, está la practica de la presencia de Dios.
Mas allá de las trivialidades cotidianas, de los problemas y los desafíos, debemos confiar que existe un mas allá divino, donde todo está en orden y todo tiene un sentido.
Mas allá de la aparente realidad, hay una realidad espiritual que está detrás de todo suceso y circunstancia.
Practicar la presencia de Dios, es tener la certeza de que todo pasa por tu bien, aunque no lo entiendas ni lo puedas aceptar.
Como un bebé se rinde a los brazos de su madre, sabiendo que lo proteje y nada malo le pasara, practicar la presencia de Dios es rendirnos a nuestro creador con la confianza de un niño.
No es fácil pasar por estas noches oscuras del alma. No es fácil enfrentar los desafíos cotidianos.
Pero pensar en Dios, ayuda.
Quizá sea la única ayuda necesaria.
Saber que formamos parte de algo mas grande, de una inteligencia superior, de un todo, nos permite ubicar en su justa medida a cada situación.
Bajo la perspectiva de la muerte y el infinito, cualquier cosa se vuelve pequeña por mas que sea enorme en nuestra mente.
Practicar la presencia de Dios, nos devuelve a nuestro estado original, al paraiso.
Practicar la presencia de Dios, nos permite ver la realidad, sin las falsas imagenes de la realidad material.
Asi es.

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